lunes, 29 de abril de 2013

Con el tiempo detenido



Hay ocasiones en que tu tiempo se detiene. Tú no le has dado permiso para hacerlo, pero él, con la irreverencia propia de lo que te acompaña cual tu sombra, sin pertenecerte, decide echarte el freno. 
Son esos momentos de quietud existencial inesperados e incontrolables los que ponen en evidencia tu insignificancia humana, tu finitud en la infinitud, tu incapacidad de control. 
Alguien o algo está poniendo en hora tu reloj vital sin que supieras que fueras adelantado o atrasado. 
Cuando eso ocurre, por inercia o por mera soberbia, te rebelas, te agitas e intentas demostrar que eres único dueño y señor de tu vida, dando horas en punto a la desesperada y a penas distanciadas por los escasos minutos que el osado intruso tarda en dar una vuelta de esfera a las agujas. 
Agotadas tus fuerzas, vas cediendo al pulso, vas comprendiendo y aceptando que tu obligación es vivir pero que, en ningún caso, esa vida te pertenece, sólo es un préstamo, una cesión temporal, un usufructo o una prenda sin desplazamiento de posesión... Ignoro qué figura legal en nuestro Código Civil serviría para definir tal relación contractual, mas lo que sí sé, con toda certeza, es que no recuerdo cuando, ignoro por qué, rubriqué un pacto vitalicio con tinta indeleble en el que me obligué a aceptar un destino que ya estaba escrito desde que la primera partícula de vida puso en oscilación mi péndulo. Y en la antefirma, ningún nombre ajeno al que culpar de haber obrado sin poder o representación

martes, 2 de abril de 2013

"¡ÉCHAME LA PERPETUA!"






Era su toga a lunares y con vueltas de volantes.
Por bulerías sus informes, por fandangos sus desplantes. 
No preparaba juicios, que echaba buenasventuras, y la voluntad cobraba, en vez de pasar minutas. 

Cuando a estrados se subía, el ademán le salía, de llevar bata de cola,

y si había de protestar, tenía que recordar que letrada, aún calé, era, 
pa que antes que una Venia un zapateo no saliera. 

¡Gitanita letrada, suéltate el pelo!, que quiero que mi sentencia huela a romero.

¡Ay mi abogada, gáname el pleito! que libre quiero estar pa ser tu preso.