sábado, 26 de marzo de 2016


"Un mismo momento en dos lugares y un llanto tan igual". 

Eran las 9:11 a.m. en Bruselas (Bélgica). En Za'atari (Jordania), una hora más.
La pequeña Emma iba a la guardería con su mamá, y como cada mañana, balbuceaba sus primeras palabras mientras intentaba reblandecer una galleta entre sus encías. El metro se dirigía dirección a d'Arts Loi.
De pronto..,una explosión. Muerte, oscuridad, gritos de dolor y miedo. Emma es sacada del vagón por alguien que no puede distinguir. Llora desconsoladamente. No sabe qué ha pasado. Sólo quiere que su mamá la tome entre sus brazos y la consuele.
En el mismo momento, en otro lugar del mundo, las 10:11 a.m.. La pequeña Fátima intenta acercar el puño cerrado a sus encías. Tiene hambre, pero nada que llevarse a la boca, salvo a sí misma. Su mamá la sacó de un infierno en el que, todos los días, las explosiones las despertaban de su sueño. Cuando la envolvió en su mantita y salió con ella sin destino, nunca pensó que pudiera haber más y peor infierno que aquél del que quiso salvar a su pequeña. Tampoco que ella no pudiera llegar a sufrirlo porque se quedaría a medio camino. Fátima y su hambre, lleva días que sobrevive entre muerte, oscuridad,  gritos de dolor y miedo. Espera a alguien que la saque de ese lugar en el que está mientras llora desconsoladamente. No sabe qué ha pasado. Sólo quiere que su mamá la tome en sus brazos y la consuele.
Emma y Fátima, dos pequeñas, dos futuras mujeres con derecho a vivir.

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