Soñé la felicidad,
la dicha de ser amada.
Soñé besos, soñé versos y soñé lunas plateadas.
Soñé flores esparcidas sobre montes venusianos.
Soñé caricias prohíbidas, sexos, labios roces, manos...
Soñé lo que no se debe soñar porque para muchos
de pensamiento he pecado.
Como he confesado, ¿soy digna de absolución?
¿o no cabe tal perdón al no haber arrepentir
y mantener la intención de, en cualquier otra ocasión, en tal sueño reincidir?
Mis sueños mejor no te los cuento. Saludos Lola.
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